La ausencia de datos escritos por los propios numantinos, sobre su religiosidad, hace que para intentar conocer este tema, tengamos que acudir, por un lado, a los escasos textos indígenas, de los celtiberos vecinos, o a los comentarios romanos contemporáneos.
También tendremos que basarnos en textos celtas o versiones romanas sobre estos pueblos (como los escritos de César sobre los galos) pero el uso de estas fuentes presenta dificultades: primera, la iconografía que vemos por nuestros ojos actuales es absolutamente subjetiva, nuestra cultura actual es completamente extraña a la mentalidad de un celtibero de hace mas de dos mil años y además numantino. La segunda es que los datos celtibéricos coetáneos son pocos y muy a menudo romanizados y los escritos romanos son parciales. Lo que leemos es una versión políticamente revisada de los vencedores que inventan todo lo que quieren para justificarse ante la historia.
Los numantinos, como los celtiberos, participan de la cultura céltica, pero también, naturalmente, reciben influencias ibéricas, y por lo tanto mediterráneas: fenicias, griegas, cartaginesas,..Los celtas, a su vez como pueblo indoeuropeo, lleva en sí un magma indo, persa, griego, germano, galo, irlandés, etc. Toda esta mezcla se desarrolla en cada lugar sobre un cuerpo común, mitos comunes, con particularidades en cada lugar donde pervivió.
En Numancia solo podemos contar con la cerámica, muy abundante y con una riquísima iconografía, pero que para intentar comprenderla hemos de verla a la luz de los mitos celtas, tratando de apartar todo lo romano e incluso la posterior cristianización e incorporación de los cultos indígenas a nuestras ideas cristianas.
Para los romanos era necesario sojuzgar a los celtíberos, raza guerrera y sin miedo a la muerte y para ello la utilización de sus mitos romanizándolos fue fundamental, como ya se había echo con otros pueblos. Pero no fue posible transformarlos en pacíficos y obedientes. Los numantinos no se pacificaron y fueron destruidos, como por ejemplo para otros celtiberos, para evitar levantamientos indígenas posteriores.
El pueblo celtibero no tenía miedo a la muerte. La buscaba con el convencimiento de que su inmolación luchando era el camino de un tránsito al mas allá donde estaban los demás héroes y sus dioses.
A nuestros ojos quizás parezca un genocidio lo hecho por Roma, pero así eran entonces las cosas y para su dominio era necesario destruir, inmolar poblaciones enteras.
Pero aún soterrada, la religiosidad celtíbera ha pervivido a pesar de la romanización y la posterior cristianización reapareciendo, aflorando, llegando incluso hasta ser la base de muchas fiestas actuales.
Los pueblos o gente campesinas o ganaderas cuya relación con la naturaleza, las estaciones, los ciclos de siembra y recolección, etc., los conocimientos mágico-prácticos que pasan de padres a hijos, adquieren una filosofía, unas ciencias o una religión, llámese como se quiera, que perviven a pesar de otras culturas impuestas.
Roma incorpora a sus dioses la personalidad y facultades de los dioses indígenas. Marte, dios de la guerra romano, adquiere en su nuevo culto las facultades de los dioses indígenas que así, siguen siendo adorados por los celtíberos. De este modo no hay ruptura, sólo un cambio de nombres.
Posteriormente, el cristianismo sigue siendo el mismo sistema de absorción de los mitos indígenas, dioses, y lugares de culto, bosques, cuevas, etcétera.
Por ejemplo, el día de Todos los Santos es la versión cristianizada de la noche de los muertos, que era el comienzo del año entre los celtas (1 de noviembre), en el que se producía la comunicación entre el más allá y el aquí ahora. Los Celtas se consideraban descendientes de Dios Pater, Dios Infernal y la Diosa Tierra Madre, de la que nacen y a la que retornan los mortales y, esa fecha, era el momento de comunicar con los difuntos, noche más larga, día muy corto. El solsticio de verano –día más largo (culto solar), noche más corta (menos fuerza de los seres de la oscuridad)-, aún ahora se celebra con hogueras, fuegos y toros en gran parte de España. Quien conozca las fiestas sorianas de San Juan, el Paso del Fuego, fiesta ritual en la que personas a pie descalzo pasan andando sobre una alfombra de brasas encendidas sin quemarse o las de toros en las que se corren y lidian y son comidos en una comunión general para adquirir su fortaleza.
Existen textos cristianos que aluden a esa religión oculta soterrada. En el siglo VII, unos obispos fueron acusados y condenados por practicar la magia y adivinación que el cristianismo repudia.
La iglesia cristiana “cristianiza” los lugares de culto celtibérico “encontrando” imágenes de vírgenes en cuevas, peñas o troncos de árbol, e incorporando así nuevos lugares de culto pagano al culto cristiano, o imponiendo una advocación cristiana a una fiesta pagana. La orgía de vino y toros queda santificada al añadirle en nombre de Fiestas de San Juan o de la Madre de Dios.
Una religión supone una tradición y personas que la mantenga viva y la transmitan oralmente ¿sacerdotes, druidas? En la cerámica numantina aparecen unas imágenes de unas personas (¿hombres? – mujeres por el tocado cónico-) celebrando sacrificios. No existe más que estas iconografías, pero es sabido que toda la cultura celta utiliza la adivinación.
Esta religión no escrita, transmitida de forma oral, aparece ante nosotros casi solamente a través de la iconografía dibujada en la cerámica numantina. Seria muy simplista creer que estos elementos icónicos eran objeto de culto por sí mismos. El dios es invisible, pero real para el creyente, su iconografía es el apoyo para su culto. Igual que el muérdago (siempre verde sobre lo seco) en un árbol es sagrado por ser la señal visible de la presencia del dios invisible, los dibujos de la cerámica están cargados de una religiosidad que aun se nos escapa.
El caballo, símbolo de la diosa Epona, tan abundantemente representado en la cerámica y utilizado en las fíbulas numantinas, representan no solo al bello animal compañero de su vida guerrera y pastoril sino a la naturaleza fecunda. Los celtas representan a Epona, la caballar, con el cuerno de la abundancia o patera llena de frutos. Los toros, también tan abundantes en la iconografía cerámica numantina, simbolizan la fuerza generatriz, la fiereza y la vida. Los clanes no son adoradores de un animal determinado sino es como representación icónico-simbólica de un dios o de una cualidad (fuerza, fiereza,..). El lobo es, por ejemplo, un símbolo de los muertos, de la muerte.
Se sabe que el número tres, para los celtas, era expresión de poder. Dioses de tres cabezas son tres veces fuertes, y como tal se expresan en la cerámica y joyas. El Moncayo es una montaña grande, imponente, visible desde Numancia, formando parte sobresaliente de su paisaje. En ella estaban las minas de hierro con el que se realizaban las armas y herramientas. Por si era poco para su culto, gran montaña de hierro, presenta tres picos, lo que la hace aún más poderosa y sagrada.
Pero sin duda, lo más representativo de los numantinos era el culto a la muerte en duelo o batalla. Existía una ética del sacrificio luchando ante el enemigo. Este desprecio a la vida, ese no temer a la muerte, amedrentaba a los romanos que no comprendían cómo los numantinos luchaban aun estando en inferioridad numérica ante las fuerzas romanas. También vemos en su iconografía cerámica como es religiosidad, esa ética, los transfiguraba en héroes luchando por su honor.
La utilización de buitre y otros pájaros necrófagos, no es solo numantina, sino común a muchas culturas. Los numantinos también lo utilizaban en sus ritos mortuorios como aparece en su cerámica. Es el tránsito hacia el cielo. El pájaro come la carne del guerrero muerto y con ella su alma, que la volar asciende con él a los espacios celestes.
Las aves se representan devorando a los guerreros, volando o esperando a devorarlos. Pero acompañadas, rellenándolas de una serie de símbolos, solares y otros, que representan el agua, la tierra, el aire y el fuego, o sea, todas las materias del universo. El agua (representada por los peces) que era dadora de vida: la tierra (caballos, toros); el aire (pájaros) y el fuego (sol, estrellas, luna).
Los muertos no heroicos sólo son incinerados y sus cenizas inhumadas con sus joyas y armas destruidas por el fuego y dobladas /también muertas para acompañarles al más allá).
En la mitología celta, y sobre todo en la irlandesa, mas documentada por escritos, aparecen una serie de dioses/diablos. Posiblemente comunes con los celtíberos, que seguramente también han debido ser un pueblo de gran imaginación, poetas, por lo que su mitología estaría llena de ninfas, hadas, patronas de las rocas y aguas, elfos,..
También por la cerámica vemos que existía un culto a las cabezas cortadas como símbolo de la vida que se toma y del consiguiente dominio sobre el enemigo y contrincante vencido.
Cuando miramos todas estas cerámicas, nuestra cultura nos ciega, apreciando sólo la decoración y la fantasía del artesano. Pero aunque la belleza existe, su valor es ante todo mítico y religioso. Con esta nueva visión, analicemos el vaso de los guerreros, con los dos guerreros enfrentados en el desafío o duelo, en cuyo revés, del vaso, aparecen seres fantásticos enfrentados que sustituyen a los buitres como parte del mito de la muerte heroica.
Los guerreros aparecen individualizados, vestidos de forma muy distinta. Uno lleva un casco con una cabeza de gallo como cimera, aludiendo a la luz, al sol, y el otro está cubierto con una piel de lobo, relacionado con la oscuridad, la muerte.
El realismo con que aparecen representadas estas imágenes, oculta o hace menos visible lo mítico que en cambio suele aparecer más claramente cuando se estudia con estos conceptos el otro estilo mas fantástico, decorativo, lleno de simbología. Un dibujo tiene muchos significados, no es una palabra escrita. Desgraciadamente, solo podemos suponerlos. Pero, sea decoración o rito, la belleza de estas obras nos subyuga.
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